Época: Edad Oscura
Inicio: Año 1100 A. C.
Fin: Año 900 D.C.

Antecedente:
La Edad Oscura y el Periodo Geométrico

(C) Jacobo Storch de Gracia



Comentario

La cerámica es el campo donde mejor se puede apreciar el nuevo espíritu de la época, impuesto tras la caída del mundo micénico. A lo largo de la Edad Oscura, la cerámica hallada en los ajuares funerarios es la única vía de acercamiento al arte griego primitivo. Atenas es, a partir de entonces y hasta el período orientalizante, el lugar donde más y mejor se ha documentado la formación del arte griego clásico; las raíces de éste se hallan en la evolución de este período, denominado precisamente geométrico por el predominio de la geometría en formas y decoraciones del material cerámico. Curiosamente, Atenas fue la única ciudad que no cedió al empuje dorio, por lo cual no se debe atribuir a los dorios el arte geométrico; éste es un producto de la evolución del arte submicénico, sometido a una mentalidad transformada, pero continuadora del pasado. A lo largo del período Micénico Reciente y Submicénico, las formas cerámicas presentan claramente el carácter de las etapas siguientes: perfiles bien delimitados, con sus partes señaladas mediante nítidos cambios de orientación, y decoraciones que arrancan del estilo de metopas o estilo cerrado.
Con el paso del Submicénico al Protométrico, coincidente con el cambio de milenio, las formas de los vasos se han reducido drásticamente, pues hay sólo unas diez formas, entre ánforas, píxides apuntados, cántaros (kantharoi), varios tipos de enócoes (oinochoai), cuencos, cráteras (kratéres) y pequeños vasos globulares con trípodes. El empleo del torno rápido y una cocción perfecta dan como resultado unas formas de gran calidad, decoradas con pintura de color oscuro sobre un fondo claro mate. Los motivos son totalmente geométricos, trazados a regla y compás, con el predominio de líneas rectas paralelas, dibujadas aprovechando la rotación de la vasija en el torno.

Entre las líneas paralelas, el único motivo curvo se traza ahora con el compás, empleando brochas o pinceles múltiples, separados regularmente. Otros motivos son el cuadriculado o damero, y las líneas en zigzag. La parte más importante de la decoración se dispone en la franja central del recipiente, donde es mayor su diámetro. Los temas micénicos supervivientes están sometidos a la regularidad más absoluta: algunas espirales enlazadas, dos líneas onduladas divergentes (recuerdo último de los tentáculos del tipo de caracola denominado nautilo o argonauta) o un meandro ondulado que recorre todo el hombro de la vasija y cerrado sobre sí mismo. A lo largo del Protogeométrico, incluso estas concesiones a temas pasados se irán transformando en dibujos totalmente matemáticos. El viejo tema del pulpo, ya reducido tan sólo a su cuerpo (una banda vertical con sus ojos y unas patas esquematizadas), se convierte en un tema de dos series de círculos concéntricos separados por una banda vertical de temas geométricos, a base de rombos, dientes de lobo (series de triángulos tangentes), retículas y líneas rectas paralelas; todo ello, enmarcado por sendas bandas horizontales. La línea ondulada da lugar al meandro de ángulos rectos, tan característico del período geométrico y tan profusamente utilizado que hoy día lo denominamos greca.

En Atenas, dos amplias necrópolis han proporcionado un sinfín de ejemplares del arte geométrico: el Cerámico (Keramaikos), situado en el barrio de los ceramistas y el Dípylon (literalmente la doble puerta, por hallarse extramuros, en las proximidades de esta entrada a la ciudad). La abundante cantidad del material obtenido en las excavaciones de estas necrópolis, además de su perfecta estratificación, han permitido el estudio de su evolución estilística y la división cronológica en fases bien precisas. Estos recipientes forman parte del ajuar de incineración, generalizado en Grecia en el Subminoico, enterrados en una fosa.

El final del Protogeométrico, hacia el 900, coincide con la aparición de una variante decorativa denominada estilo de Dípylon pero, por el predominio del fondo de color negro, sobre el cual se dejan en reserva algunas bandas de fondo claro en las que se pintan los consabidos motivos geométricos. Conforme avanza el tiempo, durante todo el período Geométrico Inicial, aumenta el número de bandas que decoran el recipiente hasta recubrirlo por entero.

A partir de esta etapa y hasta el final del Geométrico, este horror vacui, o afán de no dejar un espacio sin decoración, es característico, al igual que disponer las bandas horizontales con un ensanchamiento progresivo, parejo al aumento de diámetro de la vasija; hay una clara intención de reflejar la estructura del recipiente en la decoración que lo recubre, como si el vaso dilatara una fina malla pintada y ajustada a su superficie. También el catálogo de formas aumenta en este período. Al ánfora de varios tipos, la hidria (hydría) o la crátera (kratér) se suma el invento de nuevos perfiles como, por ejemplo, el vaso de asas horizontales o escifo (skyphos), el utróforo (loutróphoros), la píxide baja (pyxís) y de fondo plano, con tapadera de asa plástica en forma de un grupo de caballos, etc.

A lo largo del Geométrico Medio, entre 850 y 770, el número de formas cerámicas aumenta, y lo mismo la variedad de los motivos geométricos pintados. Cada vez es mayor la complejidad de éstos, dibujados siempre con exactitud matemática y pulso firme y decidido. Ahora aparecen también los primeros temas figurativos de la cerámica geométrica: hileras de animales esquematizados y todos exactamente iguales, repetidos en una estereotipada actitud: cérvidos pastando, cabras que vuelven la cabeza o aves que picotean en el suelo. En otros recipientes, son escenas de caballos muy similares a los que por entonces se modelaban en barro. Como juguetes de ruedas giratorias, aparecen grandes cantidades de estos caballitos en las tumbas infantiles; iban provistos de una cuerda para tirar de ellos. Son los llamados caballos-trompeta, por la forma abocinada del hocico. Pero la etapa de apogeo del estilo geométrico corresponde al Geométrico Reciente, entre 770 y 700. Aparecen en ella, por primera vez, escenas humanas. Las obras maestras de este momento son las del Maestro del Dípylon, enormes recipientes funerarios (de hasta 1,60 m de altura), inutilizados intencionadamente, haciéndoles un agujero en el fondo antes de colocarlos encima de la tumba, a modo de una estela. Entre numerosas bandas de motivos geométricos minuciosamente dibujados, se encuentran una o dos franjas centrales, encajadas entre las asas, y en ellas, escenas del ritual funerario.

Los temas principales son el de hombres y mujeres en torno al difunto (próthesis), colocado éste en un catafalco, y el del desfile de guerreros montados en carros de caballos (ekphora). Las figuras no pueden ser más esquemáticas; producto de una gran abstracción; siluetas dotadas de largas piernas, torso triangular y una cabeza reducida a un punto con un trazo apuntado, la barbilla. El catafalco y los carros se muestran despiezados, con sus partes vistas de frente, como si fuesen planos con los que componer estos objetos. A tales cortejos fúnebres y escenas de dolor hay que sumar otras, cada vez más abundantes conforme avanza el Geométrico Reciente: escenas de luchas de arqueros entre sí, o de éstos contra hombres armados que descienden de barcos. Son los primeros que aparecen representados en una época en que se reanuda la actividad marinera en el Egeo. Otros vasos muestran a un guerrero que lleva por la brida a su caballo, barcos movidos por remeros, hombres en plena caza, asistidos por perros. La evolución de estas figuras permite apreciar la paulatina aparición de un mayor detallismo en las armas y objetos representados.

Lo mismo ocurre con los cuerpos, cada vez más hinchados, con cabezas más grandes que acaban por ser unos círculos con un punto central a modo de enorme ojo (son los llamados hombres-pájaro, por su parecido con las aves, con su apuntada barbilla y una prominente nariz). Las franjas son cada vez más anchas; los motivos geométricos se reducen a favor de unas escenas de mayor tamaño y número, aunque siempre con todos los huecos intermedios rellenos de pequeños motivos sueltos (círculos concéntricos, líneas quebradas paralelas, rombos rellenos o series de rayas en espina de pez, por ejemplo).

Aunque es en Atenas donde el estilo geométrico alcanza su apogeo, éste también se extiende a las producciones de los restantes alfares griegos, con una calidad menor en la ejecución y unos estilos regionales muy peculiares. Entre éstos, destacan los de las escuelas de Tebas (Beocia), Corinto y Argos. Rodas sobresale entre las islas por la calidad de su producción geométrica, rápidamente sustituida por un estilo propio, correspondiente al período orientalizante; y lo mismo Chipre, que encabeza otro grupo del estilo geométrico. En definitiva, en el panorama de la cerámica geométrica se puede apreciar cómo se forma el espíritu griego clásico; cómo éste muestra sus preferencias por los temas cerrados o finitos, ordenados y compartimentados. Nos parece asistir al primer balbuceo de conceptos como ritmo (rythmós), proporción (analogía), y simetría (symmetría), conceptos tan caros a Policleto, quien formuló, en el siglo V, la necesidad de contar con ellos para lograr la perfección, la norma (kánon) de una obra de arte, un cuerpo humano en su caso. Ciertamente, los principios del kánon inspiran ya las creaciones artísticas del arte geométrico, y por ello, éste puede ser considerado como el primer antecedente directo del arte clásico.